Las anteiglesias eran unidades político-organizativas locales creadas en torno al siglo XIII, siguiendo la forma tradicional de gobierno del territorio. Como el nombre nos da a entender, tienen su origen en la institucionalización de las reuniones que los vecinos venían celebrando en torno al atrio de su iglesia parroquial.
Tras la obtención de la carta puebla por Alfonso X a Mondragón en 1260 y la fundación de Leintz Gatzaga en villa por privilegio de Alfonso XI en 1331, el Valle de Léniz quedó constituida por diecisiete anteiglesias, entre las que se destacaban —únicamente por su posición geográfica en torno al camino real, puesto que jurídicamente gozaban todas del mismo peso— Eskoriatza y Aretxabaleta. La tardía partición del valle bajo el reinado de Felipe IV, ya en el siglo XVII, trajo consigo la independencia jurisdiccional de estas dos últimas, quedando las quince anteiglesias restantes adheridas a cada una de ellas; siete a la primera y ocho a la segunda. En este sentido, si bien los vestigios de esta particular estructura municipal han llegado hasta nosotros en forma de barrios rurales, las anteiglesias siguen manteniendo hoy por hoy una fuerte idiosincrasia en los municipios que fueron últimos en establecerse.
A Eskoriatza pertenecen Apotzaga, Bolibar, Gellao, Marin, Mazmela, Mendiola y Zarimutz. Las anteiglesias de Aretxabaleta son Areantza, Aozaratza, Arkarazo, Galartza, Goroeta, Isurieta y Larrino. Bedoña, Garagartza, Gesalibar, Udala y Uribarri se hallan en Arrasate, mientras que Uzarraga, una de las anteiglesias más antiguas de la provincia, corresponde a Antzuola. Por su parte, de los quince barrios de Oñati, solo dos son consideradas como tal: Araotz y Urruxola.
En resumen, las anteiglesias son una de las joyas turísticas de nuestra comarca. Acércate a conocer el patrimonio histórico-artístico y etnográfico que estos núcleos enclavados en medio de la naturaleza nos ofrecen. Seguro que no te arrepentirás.
