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Antzuola monumental
Mucho antes de la creación de Antzuola, existía ya la iglesia de San Juan de Uzarraga, considerada como una de las más antiguas de Gipuzkoa y sobre la que se cierne una leyenda popular que la emparienta con los caballeros templarios. Los desplazamientos de tierras sufridos en la zona, sin embargo, han hecho que la actual reconstrucción del templo, no coincida con su emplazamiento original, convertido en cementerio.
La historia del actual núcleo urbano de Antzuola, sin embargo, está íntimamente relaciona con la preferencia de sus nuevos pobladores por habitar las tierras bajas de la vega que llamaban Olalde —topónimo hoy en desuso—, más apacibles que las tradicionales alturas del puerto de Descarga. Allí comienzan a asentarse varios gremios, entre los que destacan los artesanos del cuero y el hilo, y que constituyeron su incipiente vida industrial. En torno a ellos se mandaron levantar el desaparecido hospital bajo el patrocinio de Santa María Magdalena en 1489 y la parroquia de Nuestra Señora de la Piedad, consagrada por el obispo de Trípoli en 1525. Aquello que constituye actualmente la plaza mayor del pueblo presenta un aspecto totalmente distinto al de entonces. La parroquia ha sufrido diversas intervenciones a lo largo del tiempo, siendo las más destacables las bóvedas y el pórtico del siglo XVIII o el campanario del XIX. En el lugar del que fuera el hospital, nos encontramos con un hermoso Ayuntamiento barroco proyectado por el arquitecto vecino de Urretxu Miguel de Salazán. En su fachada de sillería integrada por tres cuerpos divididos por impostas, a la arquería de cinco vanos —de los cuales dos son ciegos— se superpone un noble balcón oblongo, y a este, de forma centrada, el monumental escudo de armas del pueblo.
La huella de su larga dependencia de Bergara puede verse traducida claramente en el tardío blasón de Antzuola, que tomó como modelo el de Gipuzkoa para sus cuarteles superiores: el rey entronizado, los doce cañones capturados a los franceses en la batalla de Belate y, adicionalmente, los tres tejos de los que se valían los várdulos para quitarse la vida antes de caer en poder de los romanos. Pero si bien la provincia reverenciaba a un monarca desconocido, los antzuolanos quisieron recordar el haber recibido el vasallaje de las tropas de Abderramán III en Valdejunquera apresando al rey por el cuello con una cadena de oro, consistente en el falsario ejercicio de dulcificar iconográficamente su derrota militar. Este acontecimiento se escenifica cada mes de julio con el popular Alarde del Moro, el cual se ha convertido indudablemente en el acto central en el marco de la celebración de sus fiestas locales. Los cuarteles inferiores, en cambio, nos hablan de las poderosas devociones eucarística y mariana vernáculas, mediante el cáliz con su hostia y las iniciales coronadas del saludo a la Virgen.
A ambos lados de la plaza y siguiendo el cauce del río, se extienden las pintorescas calles de Kalebarren hacia el oeste y Kalegoien —Buztinzuri mediante— hacia el este, plagadas de modelos arquitectónicos tradicionales. Esta última desemboca finalmente en el barrio de la Antigua, construido alrededor de la inmemorial ermita y molino que les dan su nombre. Enfrente se alzan las tres cruces del Calvario del siglo XVIII talladas con signos de la Pasión —como clavos, tenazas, lanzas, escalera o corona de espinas— y donde aprendían a andar los párvulos según el folclore del lugar.
En resumen, Antzuola es una de las joyas turísticas de nuestra comarca. Acércate a conocer el patrimonio histórico-artístico que esta nos ofrece. Seguro que no te arrepentirás.
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