Este Santuario, situado en el corazón del País Vasco, es, además de un espacio excepcional para la espiritualidad, una de las manifestaciones más significativas del arte contemporáneo vasco.
Según cuenta la tradición, se encontraba Rodrigo de Balzategui queriendo unir su rebaño cuando oyó el sonido de un cencerro que lo llamaba y encontró entre los espinos la imagen de la Virgen María en la primavera de 1468. Nada más conocer este hecho, que consideraron milagroso, comenzaron a acercarse hasta este lugar los primeros peregrinos, dando comienzo a la vida del Santuario.
Como consecuencia de los incendios sufridos por Arantzazu a lo largo de la historia, diversas construcciones se han ido alternando en el tiempo. Fue en 1834 cuando quedó reducida a cenizas por última vez, en el contexto de las guerras carlistas. El templo reconstruido para finales del siglo XIX, sin embargo, se quedó pequeño y en 1950 la Fraternidad Franciscana decidió convocar un concurso arquitectónico para levantar una nueva basílica. El anteproyecto ganador lo firmaba el tándem compuesto por Francisco Javier Sáenz de Oiza y Luis Laorga, cuyas tres torres recubiertas de puntas de diamante se han convertido ya en un icono universal.
Además de los arquitectos, varios artistas plásticos de primer nivel participaron en el proyecto del nuevo templo, cuya decoración se vio envuelta en una sonada polémica. Jorge Oteiza asumió la decoración escultórica de la fachada con figuras de la Piedad y los Apóstoles, mientras Eduardo Chillida trabajó en hierro las geometrías puras de las cuatro puertas que dan acceso al interior. Dentro, la luz natural accede tamizada a través de las azulinas vidrieras realizadas por Xabier Álvarez de Eulate y el monumental retablo del informalista Lucio Muñoz acoge en su camarín la discreta «Andra Mari» —denominación que recibe aquí la tipología de Vírgenes sedentes con niño— de Arantzazu, que algunos historiadores han considerado oportuno fechar en el período tardorrománico o de transición al gótico en el siglo XIII. En la cripta, finalmente, nos encontraremos con las coloridas pinturas murales de Nestor Basterretxea, las cuales constituyen un relato de la historia de la humanidad, estableciendo la roja imagen del Cristo Resucitado como eje de la misma.
En resumen, el Santuario de Arantzazu es una de las joyas turísticas de nuestra comarca. Acércate a conocer el patrimonio histórico-artístico que este nos ofrece. Seguro que no te arrepentirás.
Visita virtual del Santuario: www.3tenplu360.com
