La actividad en torno a su manantial salado constituyó durante siglos el estímulo de Leintz Gatzaga, propiciando el nacimiento mismo de la villa y dándole e, incluso, su nombre. También en su escudo queda reflejada, mediante un par de «dorlas»—designación que recibían tanto las ocho calderas históricamente existentes como los edificios que las albergaban—, la particular forma que la extracción y elaboración de la sal adquirió en esta zona. Debido al clima frío y húmedo, a diferencia de otros muchos pueblos salineros donde la explotación se realizaba por medios naturales como la evaporación solar, aquí la disipación del agua salobre se llevaba a cabo a través de la combustión de leña.
A finales del siglo pasado se rehabilitaron, con la implicación de la población local, las antiguas instalaciones, convirtiéndolas en un ecomuseo, precursor directo de la actual institución y bautizado con el nombre de Eugenio Otxoa. Sus salas recogen e interpretan la evolución de la producción salinera desde la Edad de Hierro hasta 1972, año en el que la fábrica «Productos Léniz» se vio obligada a cerrar sus puertas por la alta competitividad de la sal marina. Hoy en día, la elaboración de este preciado producto ha sido recuperada con gran esmero, dando lugar a la marca comercial «Leintz Gatza».
Si quieres ponerle más sal a tu vida, acércate a este templo del popularmente conocido como «oro blanco». Ven a conocer el Museo Salino de Léniz.
