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Bergara monumental

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Al dar un paseo por el casco histórico de Bergara podemos descifrar de forma casi intuitiva los restos de la estructura urbana medieval formada por tres calles paralelas principales: Goenkale o calle de arriba, Artekale o calle del medio —por la que pasaba el Camino Real— y Barrenkale o calle interior, respectivamente. Al número 3 de la primera de ellas corresponde precisamente el único testimonio llegado hasta nosotros de arquitectura civil de fines de la Edad Media, gracias a que fuese levantado de cal y canto.

Las casas y edificios que conforman la villa, no obstante, están repletos de elementos arquitectónicos y ornamentales que fueron incorporándose en diferentes épocas, en paralelo a la evolución misma de la historia. En este sentido, resulta imprescindible hacer mención especial al auge constructivo del siglo XVI. Una vez dejadas atrás las guerras banderizas, se desmocharon los torreones señoriales, perdiendo su marcado carácter defensivo previo —a pesar de conservar ciertos componentes militares como los garitones de las aristas— y se abrieron vanos más grades en sus sólidas paredes, en consonancia con la era de paz que se inauguraba. Ejemplo de ello son las torres de Ondartza, Olaso, Gabiria u Ozaeta. La mejora económica y social favoreció el gusto renacentista tanto en las reformas como en la edificación de palacios y casas de nueva planta: ventanas, balcones y portadas se colmaron de formas artísticas y motivos decorativos renovados, adaptándose a los cambios de modelo estético. Muestra de esta tendencia son las casas n.º 15 de Artekale, Jauregi, Azkarate-Marutegi, Arrese o Aroztegi. La fachada del Palacio de Egino-Mallea asimismo, obra del maestro Pedro de Ibarra, muestra una tendencia hacia el manierismo, en la medida en que data de bien avanzado el siglo.

No obstante, la centralidad que ocupan los siglos XVII y XVIII en la historia del municipio es un hecho innegable tras un rápido vistazo a ambos lados de la plaza principal de Bergara, llamada San Martín de Aguirre. En ella se sitúan la Casa consistorial barroca del arquitecto Lucas de Longa y el Real Seminario. Aunque el edificio tiene su origen en el colegio jesuita, este último fue obra de los desvelos de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País, creada por el conde de Peñaflorida Xabier Munibe en colaboración con los Caballeritos de Azkoitia, con el objetivo de difundir las ideas de la ilustración. Fue en sus laboratorios donde los hermanos Elhuyar lograron aislar el wolframio en 1783, contribuyendo con ello al descubrimiento de este nuevo elemento químico. El aspecto actual de la fachada, sin embargo, se debe a la subsiguiente intervención del arquitecto neoclásico Mariano José de Lascuraín.

La localidad también tuvo una importancia singular en el siglo XIX, tal y como nos demuestran los acontecimientos históricos conocidos como el Convenio y el Abrazo de Bergara que dieron fin a la Primera Guerra Carlista. Fue en el palacio Irizar donde se reunieron un 31 de agosto de 1839 el jefe carlista Rafael Maroto y el general liberal Baldomero Espartero con el objetivo de rubricar y escenificar la paz, abrazándose entre sí ante las tropas allí reunidas. Para completar el repaso a vista de pájaro de lo que resta de siglo, tenemos que hacer obligada referencia al conjunto de edificios —que incluía, además del juzgado, las escuelas y la cárcel— coronado por la alegoría neoclásica de la Justicia y al palacio Recalde, reconstruido bajo el influjo del espíritu romántico.

En lo que al patrimonio religioso se refiere, destacan, por una parte, el retablo mayor de estilo plateresco y la magistral talla del Santo Cristo de la Agonía realizada por el imaginero de la escuela barroca sevillana Juan de Mesa en la Parroquia de San Pedro de Ariznoa, y el retablo cascarón barroco-rococó de Santa María de Orixondo, por otra, fruto de la colaboración entre el arquitecto Miguel Irazusta y el escultor Luis Salvador Carmona.

Son sus cautivadores jardines los que ponen la guinda a la rica herencia que el pueblo de Bergara nos ofrece. Junto a la torre de Olaso se extiende uno de los rincones más atractivos del pueblo, embellecido por un magnolio protegido como árbol singular y el escudo de armas de la Compañía de Jesús que vestía la fachada del Seminario en los tiempos del colegio jesuita. A pesar de su reducido tamaño, el jardín del palacio de Irizar es muy estimado. Fue matrimonio formado por Ignacio de Urrita y Juana de Espilla quien tomó la decisión de convertir parte de las originarias huertas anejas a la casa en un jardín renacentista, siguiendo la moda culta de la época. Por último, son el jardín inglés provisto de especies arbóreas exóticas y el refinado sistema de aguas, que confieren grandiosidad a la zona verde circundante al palacio Recalde.

En definitiva, Bergara constituye una de las joyas turísticas de nuestra comarca. Acércate a conocer el patrimonio histórico-artístico que esta nos ofrece. Seguro que no te arrepentirás.

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